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domingo, 5 de diciembre de 2021

Cuenca y el saber

 Hoy es domingo. Antes de la misa dominical o de las cañas, que es rito más habitual, los medios de comunicación social de Cuenca y sus compañeras las redes nos dejan las típicas andanadas de los artículos de opinión: trenes, granjas de cerdos o edificios históricos en ruinas son lanzados como trastos viejos a las cabezas rivales como si la vieja ciudad y provincia fueran tienda de anticuario sin espacio para colocar tanto cachivache. Tal vez, el éxito de la Fundación Antonio Pérez se deba a que ha sabido recoger ese espíritu anticuario con dar una proyección futura a las cosas del presente.


Cuenca y su obispado tienen suficiente Historia para ser tratado como amalgama de cachivaches. Sin universidad propia, con academias e institutos sin proyección nacional, presas de iniciativas individuales, que, en algunos casos, han sido foráneas y mueren con sus creadores o animadores, si es que estos no mueren en el olvido (y pienso en la Semana de Música Religiosa), y con multitud de iniciativas dispersas fuera de sus límites geográficos que miran a sus raíces y pasado: profesores que destinan su saber a genoveses en Andalucía, cuando les gustaría hacerlo en Cuenca y su comercio de lanas, ex-presidentes de una Fundación Pablo Iglesias o militares de alto rango en busca incomprendida de un pasado olvidado en Vara de Rey, y arqueólogos que desembarcan en la ciudad, trasladando proyectos de otras partes porque falta una tradición de saber en origen o historiadores que buscan en la Inquisición los males de la sociedad española, sin indagar previamente en ese fracaso que es la sociedad conquense. Desgraciadamente, en Cuenca nunca habrá ni institutos de estudios judeo-conversos ni figuras como Enrique Soria Mesa que los promuevan por la sencilla razón que es tal el menosprecio por el pasado que solo es comparable al monopolio de la documentación que lo ha de desvelar.

Viejos papeles existen en los archivos y fuera de ellos. Si es este el último caso, desenredar la madeja en su búsqueda es topar con la sinrazón de sus poseedores, que creen ser dueños de un saber que hallaron emparedado en las casas familiares ¿Si quién poseen esos papeles no los leen y es probable que los tengan tan escondidos que ya no sepan ni dónde están, por qué iban a hacerlo los demás? Cuando ese saber está catalogado, valga como ejemplo el don Dimas Pérez Ramírez, la búsqueda se ha reducido a un problema de indexación de quien busca la investigación fácil, pero falta el mismo esfuerzo de globalidad que tuvo el autor del catálogo.

Mientras desde la ciudad ni la provincia una sola promoción de beca, proyecto de investigación o formación que no sea deudor de Toledo, la Universidad o revista destinada a completar créditos de jóvenes estudiantes. Los proyectos, cuando los hay, vienen de fuera y son celebrados en la sociedad conquense con actos de presentación banales y fotos; muchas fotos, pues el desprecio de la palabra en estos tiempos es un crédito más en el currículum vitae.

Ya se lo decían los gitanos a Camarón: "no cantes pa' los payos que aprenden". Pues aquí, ni aún con esas.