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lunes, 1 de noviembre de 2021

Auto de fe en Cuenca, año 1725



 Relación del Auto Particular de Fee que el Santo Oficio de la Inquisición de Cuenca celebró el 14 de Henero de 1725 en el convento de San Pablo, orden de los Predicadores de la dicha ciudad


Relajados en Estatua


Gaspar Pacheco, difunto, vezino y mercader que fue en dicha ciudad, salió al autto su estatua, leyósele su sentencia con méritos y fue relajado a la justicia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Leonor Fernández, difunta, muxer que fue del antecedente, vezina y mercadera en la dicha ciudad, se la leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Francisco Cassado, alias Cassadillo, vezino que fue desta dicha ciudad, de oficio zapatero y después mercader de merzería, se le leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Josefa Núñez, alias la hermosa Raquel, mujer que fue de Diego Fernández mayor, vezina y mercadera de Cuenca, se la leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Ysauel Díaz, vezina que fue de Cuenca, se la leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Clara Fernández, mujer de Diego Díaz, alias Tablillas, relajado, y ella fue relajada en autto de fee que celebró este tribunal el 22 de diziembre de 1720, murió estando cumpliendo su penitencia, se le leyó su sentencia con méritos, fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por relapsa en delitos de judaysmo.


Relajados en persona


María López Laguna de hedad de 63 años, natural de Madrid, vezina que fue de Sigüenza, mujer de Francisco López el Gordo, relajado, fue relajada su persona, y en autto que celebró este tribunal en 22 de diziembre de 1720, fue relajada y estando cumpliendo su penitencia fue pressa, salió del autto con ynssignias de relajada, leyósela su sentenzia y fue entregada a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por culpas de judaysmo y relapssa en ellas.

María López Laguna menor, sobrina de la antezedente, de edad de 29 años, natural de Yunquera, arzobispado de Toledo, vezina de Sigüenza, soltera fue relajada en dicho autto de 22 de diziembre de 1720 y estando cumpliendo su penitencia fue pressa, salió del autto con ynssignias de relajada, leyósela su sentencia con méritos, fue relajada a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante relapssa. 

Diego Matheo López Zapata, natural de Murzia, vezino de Madrid de professión médico, de 50 años de edad, salió al autto en forma de penitente por culpas de judaysmo con san benito de una aspa y una vela amarilla en las manos, leyósele su sentencia con méritos, fue reprehendido, aduertido y comminado, absuelto ad cautelam, abjuro de vehementi y condenado a un año de cárcel sin sanbenito en la de penitencia desta ciudad y que sea instituydo por persona docta y religiosa en los misterios de nuesta santa Fee, que confiesse y comulgue en las tres Pasquas del año y perdimiento de la metad de sus vienes, desterrado de esta ciudad de Cuenca, Madrid y Murzia por el tiempo de diez años, veintte leguas en contorno.

BNE, Mss. 13440, Papeles curiosos, Auto de fe celebrado en Cuenca, el 14 ene. 1725 (h.288-289)


sábado, 24 de julio de 2021

CUENCA SE DESANGRA

 

Cuenca se desangra, cual enfermo somnoliento que expira en su último aliento. Imágenes y más imágenes, coloridas o sepias, mostrando el rostro feliz de una ciudad (y provincia) que trasnocha con sus encantos, pero ¡ay, cuando llegan los comentarios! Sabios sénecas, quos ego virgilianos y, por qué no, la simple mala baba del oportunista que no desperdicia ocasión.

Cuenca siempre ha sido una sociedad cerrada; ahora no, pues está abierta al mundo. Su cerrazón actual es elitista. No es que antes no lo fuera, pero antaño cuando se despreciaba a los pijos, y estos a los pueblerinos recién llegados, se hacía desde la visión de los que veíamos el mundo y la vida con la sencillez del campesino. Se envidiaba lo ajeno y se aprendía de lo bueno, quizás desgraciadamente, pues esa ingenuidad de obviar lo malo, nos dejó inermes ante un mundo más cicatero y cainita.

Hoy Cuenca ha cambiado. En apariencia es una sociedad más abierta, más dinámica, más plural, pero es simple teatro de personajes sin alma. Cada cual con su papel y la actuación ordenada; cada cual esperando asumir el papel de primera estrella, y cada cual al servicio de los nuevos linajes. Recuerdo antaño cómo nos revolvíamos cuando se nos preguntaba aquello de “¿tú, a qué familia perteneces”, “… pues no, no he oído hablar de ella”. Pero todos sabíamos que cada uno de nosotros teníamos una familia donde se aprendían valores eternos (simple educación) que nos ha permitido mantener nuestra idiosincrasia en la lejanía. Hoy, no. Hoy la pregunta es “¿de qué partido eres?”. No hablo de cuando tomar partido era hasta “mancharse”, pues ahora es sencillamente “untarse”. Los principios e ideas se adaptan a las circunstancias y los hombres (y conquenses) son presos de esas circunstancias, que no son sino eventualidades de insignificancia. Mientras, ni un proyecto común ni un espacio donde aunar esfuerzos y concertar opiniones, ni una voluntad desprendida ni una actitud que no sea la del recelo y, lo que es más preocupante, la inexistencia de personalidades señeras más allá del partido, tanto en Cuenca como llegadas de fuera.

No sé lo que me encontraré en Cuenca dentro de poco tiempo, después de unos años ausente por necesidad: seguramente una ciudad ajena y extraña.

domingo, 6 de junio de 2021

LOS HURTADO DE MENDOZA: MALHECHORES FEUDALES EN EL PRIMER CUARTO DEL SIGLO XVI EN CUENCA

 

Diego Hurtado de Mendoza había construido en Cuenca junto a sus casas viejas otras nuevas, unidas por un pontido o paso elevado. La construcción fue denunciada por algunos regidores, aunque no parece que don Diego hiciera mucho caso. Los requerimientos del Consejo Real fueron más allá, solicitando el derribo de las nuevas casas, a entender de muchos conquenses, casa fuerte donde se escondían malhechores, autores de crímenes al servicio de don Diego Hurtado de Mendoza. No faltaban motivos. Apenas muerto el rey Felipe el Hermoso, don Diego Hurtado mandó a sus sicarios para asesinar al alguacil mayor del corregidor de Cuenca Martín Vázquez de Acuña, al que arrebató la vara de justicia. Los asesinos se refugiaron en la casa de Diego Hurtado, donde libres y sin cargos seguían una década de años después, comiendo de su mesa. Era tal el poder de Diego Hurtado, que un pesquisidor, llamado licenciado Salcedo, enviado contra él, tuvo que huir de Cuenca, dirección Huete, de donde escapó de nuevo ante las amenazas.

No mejor suerte debió correr el pesquisidor Quirós, enviado por el Consejo Real para derribar la casa fuerte de Diego, tenida por los conquenses como un nido de malhechores. Aunque el odio contra los Hurtado Mendoza venía por la acusación de apropiarse de los bienes comunales de la ciudad, en concreto, de los pastos de la sierra. Las acusaciones iban dirigidas contra Diego Hurtado, pero también contra su consuegro Luis Carrillo. Las violencias nobiliarias, incluida la muerte de un pastor, expulsaban de la sierra a sus habitantes. “La tierra de Cuenca se despuebla e se despueblan los señoríos”, se decía por unos moradores que habían gastado dos mil ducados en sus pleitos.

El poder de Diego Hurtado de Mendoza en la ciudad de Cuenca era abrumador. Sus excesos y violencias, cometidas junto a su hermano Rodrigo Manrique y su primo Diego Manrique, eran innumerables: un criado de Diego Hurtado había dado una cuchillada al regidor Juan Álvarez de Alcalá, ante la presencia de Rodrigo Manrique que ayudó en la fuga al agresor; el canónigo Diego Manrique había formado liga de malhechores a sueldo para imponer el terror en Cuenca, entre sus acciones, el acuchillamiento de dos alguaciles al servicio del corregidor Fernando Rebolledo o de otro llamado Nieto, el asesinato de un criado de don Alonso Pacheco, la muerte del licenciado Adulza, teniente por el corregidor marqués de Falces. Aunque esta vez, el juez pesquisidor, licenciado Rivadeneira, no se dejó amedrentar, no hubo quien fuera capaz de imponer unas sentencias a los huidos en Cañete. El desobedecimiento de la justicia real era la norma a la hora de cumplir la condena contra un criado de Diego Manrique, asesino de un tal Ayllón. Aunque la lista de los agraviados era interminable: un sillero fue molido a palos por no adobar bien una silla, cuchilladas contra un maestrejaque, Gonzalo de Castro, mayordomo de la ciudad, acuchillado por don Hurtada, hijo del guardamayor Diego. Diego Hurtado aprovechaba su oficio de tesorero de la casa de la moneda de la ciudad para colocar en sus oficios a sus fieles; monederos falsos que conseguían ser francos o exentos de impuestos en los nuevos cargos. Los Hurtado de Mendoza ejercían contra sus enemigos la guerra de propaganda. No nos ha llegado, pero en Cuenca, por obra del canónigo Diego Manrique, se propagó cierto libelo que injuriaba a los principales linajes de la ciudad. Sin duda, las acusaciones del libelo irían contra las familias conversas de la ciudad.

El alcalde Cervantes había hecho frente a la familia, pero su juicio de residencia lo llevaba desde Burgos, adonde llegaban las amenazas de la familia Hurtado, que habían prometido cortarle la cabeza. Las amenazas no eran vanas; la ciudad había proporcionado unos alabarderos para su custodia y protección personal. La familia Hurtado tenía por especial enemigo al licenciado Cervantes, que se había encontrado como aliados inesperados a Alonso Pacheco y Luis Carrillo de Albornoz. Aparte de las repetidas cuchilladas que habían recibido también algunos de sus criados, la causa de los odios venía por la ocupación de los pastos comunes de la sierra de Cuenca. De allí habían sido expulsados los hombres de Luis Carrillo de Albornoz, y otros vecinos procedentes de realengo. El motivo no eran solo los pastos, sino la necesidad de tierras de labranza para una población en aumento. Los actos judiciales del alcalde Cervantes fueron respondidos por la familia Hurtado de Mendoza con la formación de un ejército familiar propio, artillería incluida, que imponía su ley en la ciudad. Los intentos de Cervantes de llevar los excesos caían en saco roto: el pesquisidor Ronquillo no se atrevió a entrar en la ciudad, el licenciado Quirós lo hizo, pero sus autos fueron derivados a la Chancillería de Granada, donde estaban condenados a dormir en el tiempo. Estos monederos falsos eran personas ricas, con haciendas de dos cuentos de maravedíes, que, libres de pechos, buscaban una vía de ennoblecimiento.

La imagen de Cuenca en aquellas dos primeras décadas de siglo XVI era la de una ciudad encastillada, con una torre y una iglesia mayor convertidas en fortalezas en manos de los Hurtado de Mendoza y de sus hombres. Sus opositores pedían en vano al consejo real que se mandara un alcaide, tal como en Segovia y su Alcázar, para imponer el orden. Sin embargo, el problema era social y su raíz estaba en la Tierra de Cuenca más que en la ciudad: se pedía a la vuelta a la Corona real y a la jurisdicción de la ciudad de los mil quinientos vasallos del sexmo de Altarejos y tierras anejas, en manos de criados de los Pacheco belmonteños, la expulsión de los ganados de las tierras ocupadas, que impedían la labranza para alimentar una población en aumento, pero las acusaciones iban dirigidas contra la nobleza, vistos como malhechores feudales: el marqués de Moya había ocupado una parte de los términos de la tierra de la ciudad; Luis Carrillo, Valdecabras; el señor de Piqueras, Chumillas; el regidor Juan de Alcalá, la dehesa de Nogerón en Valera de Suso y tierras en el lugar de Solera; Diego Hurtado de Mendoza, el lugar de Uña, Cañada y la dehesa del Hoyo; la orden de Santiago, además de Valtablado tenía ocupado el término de Armiñones y Mezquitas. La lista de heredamientos enajenados en manos de otros regidores era interminable y las acusaciones se extendía a los canónigos de la catedral, en una sede episcopal con obispo extranjero y no residente en la ciudad.

Las miras estaban puestas en el canónigo Diego Manrique, azote de los caballeros y principales de la ciudad de Cuenca. Acusado por sus enemigos de difundir un libelo contra los caballeros conquenses en una pantomima de ceremonia: reunidas doscientas personas se leyó un libelo difamatorio, ante escribano, para “guardar secreto” de lo allí leído. Entretanto, los fieles de los Hurtado Mendoza, los licenciados Cuéllar, Titos y Orellana, se encargaron de divulgar el libelo casa por casa. El escrito había sido redactado por Martín el de la Lechera, y parece ser una respuesta a un escrito anterior contra las grandes familias de la nobleza, de cuya autoría se acusaba al licenciado Cervantes.

Las acusaciones contra los Hurtado de Mendoza venían de los regidores García Hernández de Alcalá y Hernando Valdés. Eran interesadas, pero ciertas. Si el canónigo Diego Manrique culpó a sus criados, Diego Hurtado de Mendoza alegó razones políticas para justificar las violencias, los problemas con el corregidor Martín de Acuña se hizo en virtud de cartas secretas del rey Fernando, por entonces en Nápoles, y traídas por Micer Andrea. Si bien de su declaración se dejaba traslucir la enemistad manifiesta contra el licenciado Cervantes, que había cortado las manos a dos de sus criados. En la época de las Comunidades, aunque él estaba ausente, acompañando al Emperador en Flandes, los desmanes de su hermano Rodrigo Manrique, con muerte en el campo de San Francisco e intento de asalto a la ciudad el 18 de octubre con setecientos hombres, eran simple respuesta a los desmanes de los comuneros. Si bien Rodrigo y Diego Manrique intentaron sosegar en un primer momento a la Comunidad que se juró en la iglesia de Santo Domingo, los hechos se precipitaron cuando, en agosto de 1520, ambos fueron expulsados de la ciudad junto a la madre de Diego Hurtado, Francisca de Silva. La casa familiar fue asaltada y saqueada.

Nos es especialmente importante buscar las razones por las que la rebelión de las Comunidad fracasó en Cuenca. Hemos aportado varias causas, de ellas, la primera un reparto de tierras decidida por el concejo de Cuenca. Hecho en el que se escudó el propio Diego Hurtado de Mendoza para justificar sus ocupaciones legales y un hecho al que se intentó dotar de cierta legalidad con la aprobación por el Consejo Real. Así nos lo narraba Diego Hurtado:

Que en lo que dizen que se labre la syerra contra el thenor  de çiertas sentençias por los vasallos del dicho Diego Hurtado dize que de su consentimiento y voluntad no se prouará con verdad averse echo antes después que se dieron las sentençias e carta executoria él les habe dado e lo vedo hasta el tienpo que estubo rrebuelta la dicha çibdad que se pregonó que labrasen en la dicha sierra los que quisiesen pagándole cierto tributo a la çibdad porque paresçió ser cossa muy hútil e provechosa a ella ansy a esta causa Hernando de Valdés uno de los rregidores que aquí están e an dado los dichos capítulos fue a Palençia a pedir en nonbre de la dicha çibdad que se labrase la syerra e v. mt. mandó proveer de una provisión para la justiçia que hoviese ynformaçión de la hutilidad e prouecho dello e se truxiese al Consejo lo qual se truxo e hasta agora no se ha visto.

 

Los pueblos de la sierra continuaban en 1524 intentando legalizar ese repartimiento de tierras, quizás generalizado en todos los sexmos, pues tenemos noticias de las peticiones de los sexmeros; lo que muestra que había una ocupación de hecho de las tierras tomadas en el verano de 1520. Otras medidas, ya al final del otoño, como la presencia de los comuneros de las diversas collaciones de la ciudad en los ayuntamientos o la celebración del mercado franco de los jueves ayudarían a explicar por qué las Comunidades en Cuenca se apagaron. Y es que el triunfo de los labradores pobres fue total en un primer momento frente a la nobleza: acceso a la propiedad de la tierra y defensa de la ciudad a los sublevados en las tierras del sur para volver a la jurisdicción real en oposición a los criados de los Pacheco y sus jurisdicciones usurpadas.

En cualquier caso, la vuelta de los Hurtado de Mendoza tras las Comunidades no fue una vuelta a la situación anterior. Si Luis Carrillo de Albornoz emprendía el camino de la guerra de Navarra para esconder viejos compromisos comuneros. Los Hurtado de Mendoza toparían con el licenciado Cervantes, dispuesto a juzgar las tropelías de la familia. Es hecho cierto que los Hurtado de Mendoza intentaron linchar al licenciado Cervantes, juntando gente armada con picas en su casa a cargo del comendador Rodrigo Manrique, mientras el canónigo Diego y el racionero de la catedral Requena espiaban una noche cerrada los movimientos del licenciado para preparar el asesinato. Los hombres de Rodrigo Manrique intentaron dar el golpe final, pero no contaron con la defensa de los alguaciles del licenciado Cervantes, que como ya hemos mencionado cortaron la mano de dos criados de los Hurtado de Mendoza y le abrieron la cabeza a otro. Rodrigo Manrique escaparía por una puerta falsa de la casa familiar, al ser buscado por la justicia, haciendo caso omiso del Consejo Real y sus emplazamientos para presentarse, mientras su primo el canónigo Diego Manrique se mostraba sumiso a la justicia para responder, aunque alargando su presencia en la Corte, donde se le habían dado quince días para presentarse por cédula de 30 de junio de 1524. Para septiembre el pleito seguía inconcluso y sin visos que los Hurtado de Mendoza Y Manrique respondieran ante el Consejo Real. Por cierto, hemos de alegrarnos que Rodrigo Manrique no matará al licenciado Cervantes, pues estamos ante el abuelo del autor de El Quijote… quizás la historia de la literatura española hubiera cambiado.


AGS, CRC, 73

domingo, 16 de mayo de 2021

Cuenca: de antiguos y modernos

 CUENCA: DE ANTIGUOS Y MODERNOS

Mientras Cuenca se cae a trozos, los viejos recuerdos de la vieja ciudad levítica perviven en multitud de imágenes. Aún en la memoria aquella ciudad vieja y destartalada de paredes desconchadas y aquellos hombres que, sin querer abandonar sus tierras serranas y alcarreñas, la habitaban, buscando en la ciudad un sueño incumplido. Fueron ellos quienes dieron vida y mantuvieron con sus apaños diarios viejas estructuras seculares.
En aquella Cuenca de los años setenta, la vanguardia "snob" no era sino la pincelada parasitaria del trabajo ajeno, superpuesta a una realidad cotidiana que se alimentaba de sus rutinas y esfuerzo. Era la ciudad histórica un recorrido de calles empedradas de guijarros y zapatos rotos por sus tropiezos, de casonas abandonadas, donde, caso de los Clemente Arostegui, se podía jugar al futbol en sus salones, de lóbregas tiendas de ultramarinos de barrio y de iglesias abiertas, no tanto al culto como a perderse por sus recovecos, en las que el mensaje de la catequesis no se lo creían ni el cura ni los discípulos, que preferían compartir las patadas a la pelota, antes que el mensaje bíblico.
Era esta Cuenca paleta, despreciadora del Fernando Zobel, que andaba aburrido por los "paules", la que asistía temerosa a su Semana Santa cada primavera, temiendo más que a sus imágenes al desfile tétrico de sus autoridades. Y es esa Cuenca triste y acogedora, sombría y familiar, inmóvil y llena de vida pueblerina, la que dejé y no volví a reconocer nunca más. Una nueva Cuenca nació en el tránsito de las décadas de los ochenta a los noventa: era una ciudad de sus calles adoquinadas y planas, de sus fachadas coloridas, nacidas de la Italia del "martini", y de unos cauces de los ríos ocultados en el cemento, en los que queríamos ver pistas de atletismo. Cuenca se hizo a imagen y semejanza de una nueva élite ilustrada y "pija" que odiaba el trabajo y despreciaba a sus pobladores de rostro agrietado y quemado. Las tiendas de "souvenirs" desplazaron a las de ultramarinos y la postal de colores a la existencia grisácea de antaño, pero con calles repletas de gritos y murmullos. Desde entonces, Cuenca es una apuesta de cuatro, que la toman como excusa para sus fantasías nacidas del "güisqui" de medianoche. Da igual que la quebranten con nuevos edificios de hormigón y cemento o con ensoñaciones toledanas de las tres culturas; unos y otros abren las grietas que provocan su hundimiento.




domingo, 9 de mayo de 2021

Repensar las Comunidades de Castilla en Cuenca y su Tierra

 Cuenca como la primera ciudad que traicionó las Comunidades, Cuenca como la primera ciudad perdonada un 23 de marzo de 1521 por los gobernadores del Reino. Cuenca, presa de la lucha de bandos nobiliarios entre Hurtado de Mendoza y Carrillo Albornoz. Cuenca siempre quieta, menospreciadora de cualquier movimiento comunero insurgente, condenando a la mera leyenda los actos violentos.

Pero esos actos violentos de saqueo de casas y propiedades existieron, como las amenazas a la vida de regidores y miembros de la nobleza que huyeron de la ciudad en la segunda quincena de agosto. Todo se fía a las actas municipales del archivo de Cuenca para saber la verdad; relatos como el de M. Diago lo fían todo a la literalidad de sus palabras, obviando lo que convenía ocultar en esas actas o desechando las investigaciones de otros autores que en los años setenta quisieron ver el carácter social del movimiento por no ajustarse a esas actas pero sin decir en qué.
El caso es que se desprecia la documentación de Simancas y lo peor de todo el carácter general de un movimiento en el que confluían intereses encontrados de agricultores, ganaderos y pañeros. En el centro del enigma la figura de Luis Carrillo de Albornoz, capitán general de las Comunidades en Cuenca, aun después de ellas, y su confrontación con Rodrigo Manrique, defensor de la causa realista, junto a su hermano Diego Hurtado de Mendoza, presente en Bruselas junto al Emperador. Se resalta el hecho de los Manrique intentando asaltar Cuenca el día de San Lucas de 1520, obviando que un mes después otro exiliado, el regidor Jorge Ruiz de Alarcón, señor de Buenache, derrota a la comuneros de Moya.
Se dirá que mientras y antes las autoridades de Cuenca estaban apoyando e instigando los movimientos antiseñoriales en el sur de su tierra: valgan los ejemplos de Olmeda, Valera, Albaladejo del Cuende o Altarejos, al menos los conocidos. Mientras, el norte de la tierra de Cuenca, donde tienen sus principales intereses los señores de la ciudad, están en paz. Pero se obvia que esa paz es comprada por un repartimiento de tierras en la sierra de Cuenca, señorío de los Albornoz, desde agosto de 1520 ; como se obvia que desde ese verano también se concede, sin licencia regia, una de las principales pretensiones comunera: el mercado franco de los jueves. Fue una de las cosas que se recordó en el perdón de 23 de marzo de 1521, junto al recordatorio de asesinatos, derribo de casas o robos de haciendas o el gobierno ¿integrado? de once jurados comuneros, que casa mal con la quietud que se nos quiere presentar de la ciudad levítica.
Es necesario revisar la figura de Luis Carrillo de Albornoz, que desde comienzos de agosto de 1520 está presente en las actas municipales insistentemente frente a la ausencia del comendador Rodrigo Manrique, su habilidad para evitar un movimiento insurreccional en sus tierras de señorío con el reparto de tierras que apaciguó a labradores sin tierra (casualidades de la vida en Beteta y sus pueblos vecinos, tal Cañete, de los Hurtado de Mendoza) para enojar a los intereses ganaderos y quizás también su papel, en este incongruente juego, para prender la mecha comunera en los pueblos del sur de la tierra de Cuenca. Claro que eso no dependía tanto de él como de la situación prerrevolucionaria que se vivía en las tierras adyacentes del marquesado de Villena o de Moya... y del campo de los historiadores depende salir del reducto levítico para ensuciarse del barro de la tierra de provincia, pues las sociedades, son antes que nada de agricultores y pastores.
Evidentemente, para entender todo este entramado, hay que acudir a Simancas, allí, en el Consejo Real, encontraremos las disputas banderizas de los años posteriores a 1521, y la continuación de un conflicto vivo que persistió en lo que ya se llamaba no repartimiento sino usurpación de tierras. En estos documentos encontraremos no el lenguaje oficial de las actas, sino el del sentir de los olvidados. Claro que lo fácil es presentarlos como una pandilla de forofos al grito de "Carrillo Albornoz" por las calles de Cuenca, calentando el ambiente en los años previos.
Valga solo un testimonio que nos tendría que hacer pensar:
"Yten, la çibdad tiene sentençias et cartas executorias para que la syerra sea pasto común e sin embargo de aquello el dicho Diego Hurtado e Luys Carrillo su consuegro e otras personas tienen ocupadas las dichas sierras. E aún sobre esto, los vasallos de Diego Hurtado mataron un pastor. E a esta cabsa la tierra de Cuenca se despuebla e se pueblan los señoríos"





domingo, 14 de febrero de 2021

Casas concejo de Cuenca 1464

 LAS CASAS DEL CONCEJO DE CUENCA (1464)

Protesta de Inés Manrique, mujer de Juan Hurtado de Mendoza (1464)
“el dicho señor Juan Furtado de Mendoça auía e tenía e posseya por suyas e como suyas unas casas que disen e nonbran las casas de conçejo que son juntas con casas en que su merçed al presente mora que son en el Alcaçar de la dicha çibdad a ojo de la plaça que dicen de la Picota, las quales dichas casas el dicho señor Juan Furtado auía e ouo conprado de Juan de Alcalá vesino e vos e voto de la dicha çibdad e agora Juan Viscayno vº de la dicha çibdad que presente estaua con copia de gente ha derribado e derriba las dichas casas no sabían por qué ni por qué causa ni por cuyo mandado lo quel ello se fasía en agrauio e perjuysio e lesión del dicho señor Juan Furtado”
Contestación de Juan Vizcaíno, cantero
“e sy con gente el fasía derribar çiertas paredes de las que dise casas aquellas eran como dicho tenía del dicho señor rrey e las él derribaua por mandado de su altesa e de su juez pesquisidor”
Mandamiento del juez pesquisidor
“Yo el bachiller Juan Velasques de Vallejo pesquisidor en la çibdad de Cuenca por el rrey nuestro señormando a vos Juan Canter viscayno vº de la dicha çibdad obrero de las obras del rrey que luego derribedes e acabedes de derribar la torre abaça (¿) e las paredes fuertes que están çerca della e son de las casas del conçejo de la dicha çibdad, asimismo la torre del portillo de conçejo viejo en manera que vaya la calle derecha por donde va la dicha torre”

Respuestas de Fernando Bazo, criado y procurador de Inés Manrique y Juan Hurtado de Mendoza, guarda mayor de Cuenca, y Juan Vizcaíno, vecino, en el pleito que mantenían por el derribo de unas casas en Alcázar, "a ojo de la plaza que dicen de la Picota". Cuenca, 1464, abril, 26, jueves Archive: ACC, I, caja 41, nº 4 Facs. monasterium.net: http://monasterium.net/mom/ES-ACC/documentos/ACC_247/ charter


domingo, 31 de enero de 2021

INCENDIO DE LA CALLE PELLEJERÍA DE CUENCA EN 1500

 


Sobre el incendio de Cuenca de febrero de 1500

 

“Sepades que Hernando de Valera vesino desa dicha çibdad nos hiso rrelaçión por su petición disyendo que por atajar un grand fuego que se ençendió en esa dicha çibdad puede aver seys meses (los hechos se están narrando el 13 de septiembre de 1500 en la calle que dicen la Pellijería que es la principal calle desa dicha çibdad le fueron derribadas unas casas suyas de que rresçibió grand daño” (1)

 

En realidad, las casas de Hernando de Valera no se habían quemado, pero fueron derribadas por el concejo a posteriori,

 

“e dis que se quemaron unas casas de Diego del Espynar e dis que por el rreçelo del fuego por mandado de la justiçia e rregidores desa dicha çibdad le derribaron unas casas suyas que él tenía en la dicha calle cerca de la casa donde se aprendió el dicho fuego en lo qual dis que perdió más de treynta mill mrs. “ (2)

No era el único, pues a consecuencia de dicho incendio se derribaron las casas de Álvaro de Becerril (padre del platero Francisco de Becerril y afincado en Cuenca desde 1485), que nos situaba el momento del incendio, nos informa de las muertes, Diego de Espinar y una moza,  e insiste en la calle de la Pellejería como la principal de Cuenca en aquellas fechas

“que en un día del mes de hebrero deste presente año (1500) se inçendió un fuego muy grande en la dicha çibdad en la calle de la Pellegería que es la más prinçipal calle della e se quemaron unas casas de Diego de Espinar en la qual dis que se avían quemado él y una casa suya e una moça” (3)

También se derribaron las casas de Juan de Medina y García de Valera, que juntamente, cifraban los daños en sesenta mil maravedíes (4). Es curiosa esta tasación de las casas, pues en la Mancha conquense por la misma época se valoraban las casas en cuarenta mil mrs., diez mil más.


(1)   Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150009, 179

(2)   Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150003, 295

(3)   Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150003, 294

(4)   Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150003, 296


LA PLAZA MAYOR DE CUENCA EN 1492

 





SOBRE LA ESTRECHEZ DE LA PLAZA MAYOR DE CUENCA EN 1492

 

“A causa de estar la dicha çibdat muy arriscada dis que la plaça es muy pequeña e que a causa dello algunos vezinos de la dicha çibdat que tenían solares junto con la dicha plaça no les consienten faser casas en ellos nin se fizieren saluo unos tanbarillos baxos syn solado e que agora de poco acá que el comendador Pero Xuares del Castillo dis que mercó los dichos solares e que con fauores que para ello tovo en perjuyzio de la dicha çibdad e vesinos della dis que hedificó en ellos quatro pares de casas con sus salidas e que ansymismo conpró otra casa de la otra parte de la plaça la qual dis que se cayó e que después sobre ello la çibdat tiene fecha con el dicho comendador e que a causa de la dicha estrecheza de las calles que le an rrogado para alargallas que venda la dicha casa e que tome lo que le costó e que el dicho comendador no lo a querido nin lo quiere hazer poniendo a ello sus estresas e dilaçiones e qu sy asy pasase la dicha çibdat rreçebiría mucho agrauio”


Archivo General de Simancas, RGS,LEG,149204,167

Toros en Cuenca, 1497

 




La plaza de toros de Cuenca en el siglo XV, según los documentos de la época (1497)

"que esa dicha çibdad tiene un coso e plaça adonde se corren los toros e que por ancho del pasa el rrío de Huécar e que en los tienpos pasados Juan de la Bachillera fizo un molino en el dicho rrío del Huécar e que para él fizo una presa en mytad de la dicha plasa e coso de que la dicha çibdad diz que rresçibió mucho agrauio e que después puede aver un año que el dicho rrío cresçió se lleuó la dicha presa e queriendo la tornar a fazer el dicho Juan de la Bachillera diz que esa dicha çibdad se opuso a ello e no ge la consintieron hazer "
Juan de la Bachillera volvería a levantar la presa ante la oposición de la ciudad. Juan de la Bachillera había obtenido licencia para edificar molino del concejo de Cuenca en 1469, pero se le negó la construcción de un batán.

Archivo General de Simancas, RGS,LEG,149702,96

También  

Archivo General de Simancas, RGS,LEG,149601,81

sábado, 30 de enero de 2021

Cuenca, Medina del Campo y los genoveses: un caso de 1508

 Pleito entre Jacobo Caser, genovés asentado en Cuenca, y el mercader Gonzalo de Córdoba, vecino de Alcalá de Henares, y Bernardino del Arco su fiador, vecino de Guadalajara.

 


El contencioso venía por una obligación contraída por Gonzalo de Córdoba con Agustín, padre de Jacobo, y el propio hijo, por valor de 65600 maravedíes en razón de una compra de “cierta mercaduría”. La operación comercial se había cerrado en la feria de Medina de Campo y el pago tomaba la forma de letra de cambio a pagar tiempo después, y es de suponer que en Guadalajara o cualquiera de las ferias cercanas como la de Mondéjar, quizás. El caso es que Gonzalo de Córdoba no había hecho frente a la totalidad del pago y debía aún 24130 mrs.

Muestra de lo difícil que era hacer negocios en la Castilla del siglo XVI es la complejidad que adquirió el pleito: Jacobo Caser acudió hasta la justicia ordinaria de Guadalajara para recuperar su dinero; sus alcaldes ordinarios ordenaron la ejecución de bienes de Gonzalo de Córdoba por impago, pero este alegó que era vecino de Alcalá de Henares, que escapaba a la jurisdicción ordinaria de los alcaldes de Guadalajara y que cualquier ejecución que se hiciera sobre unas viñas que poseía en Guadalajara debía hacerse por la justicia de Alcalá. Así el que debía responder era el fiador Bernardino del Arco, que, a su vez, negándose a que se hiciera ejecución sobre unos paños, alegó que era hidalgo y como tal no se podía hacer ejecución alguna sobre su persona, pues “era hijodalgo de padre y abuelo y no podía ser preso”. Tal hidalguía de fuero de Castilla no le impedía ejercer como mercader de paños, adaptándose a los nuevos tiempos y deseos propios de enriquecimientos.

Mientras nuestro mercader Jacobo Caser, en sus idas y venidas entre su residencia de Cuenca y búsqueda de justicia en Guadalajara enfurecía ante el laberinto cretense de la justicia castellana. Sabiendo que el trato se había formalizado en Medina del Campo y que los deudores eran vecinos al norte del Tajo acudió a la Chancillería de Valladolid, por supuesto negando cualquier vecindad en Cuenca, pues era simple estante a la sazón por motivos comerciales y sabiendo que cualquier reconocimiento de vecindad en esta ciudad podía derivar el asunto a la Chancillería de Granada. En estos tiempos, los asuntos al norte del Tajo se entendían en Valladolid, al sur, en Granada.

Mientras nuestro genovés trataba de entender el galimatías de la justicia castellana, los dos mercaderes castellanos andaban sueltos o, en términos jurídicos, en rebeldía. Esta palabra se repite hasta la saciedad en los pleitos, simple expresión para calificar a cualquier bribón que, conocedor de las mismas, era capaz de escapar de la confusión de jurisdicciones castellanas. Por supuesto, la Chancillería de Valladolid sentenció a favor del genovés, pero, aunque el pleito no lo dice, la ejecución de bienes para el pago de deudas correspondería de nuevo a las justicias locales.

Son muchos los testimonios de genoveses asentados en Cuenca en el último cuarto del siglo XV y en el siglo XVI. Estas redes de compañías modernas de mercaderes que tenían como centro de intercambios las ferias de Medina del Campo se mantendrán, a pesar de todo, hasta el último cuarto del siglo XVI. Es entonces, cuando la ciudad de Cuenca en un célebre memorial  de 1582 (al menos para mí) se queje:

“e que de las ferias de Vizenzon, e Leon de Françia e Amberes solo cambien para las ferias de Medina del Campo, Villalón e Ruiseco e no para Alcalá y Madrid”(1)

La denuncia tenía su sentido, pues Madrid y Alcalá serán plazas donde asiduamente acudan los mercaderes conversos portugueses que enlazan nuevas rutas con los Países Bajos, haciendo de Lisboa nuevo centro de operaciones o de los puertos del Cantábrico, en especial, Bilbao, puerto de descarga de mercancías extranjeras, ajeno a las viejas ferias vallisoletanas.

Y así, mientras aficionadamente intentó localizar algún mercader genovés en la Mancha conquense, dejó al mundo académico que, con sus estudios, intente dejar a la ciudad de Cuenca en la Historia económica de España como se merece

 

(1)   AGS, CCA, DIV, 10, 69. Parecer de la ciudad de Cuenca sobre las ferias de Medina del Campo. 1582

Fuente: REGISTRO DE EJECUTORIAS,CAJA 225,6, 18 de julio de 1508, Ejecutoria del pleito litigado por Jacobo Caser, genovés, vecino de Cuenca, con Gonzalo de Córdoba, mercader, vecino de Alcalá de Henares (Madrid), sobre 

jueves, 28 de enero de 2021

Mercaderes y conversos en Cuenca en 1474

 Los hermanos Juan y Luis Madrid eran tratantes de lana conquenses, tenían sociedad formada con un mercader genovés Antonio Macalufo, afincado en Cuenca. En 1474 habían formado compañía para la compra y exportación de lana a Italia, con aportaciones de capitales a partes iguales a la sociedad; las ganancias también irían a partes iguales.

Antonio Macalufo había comprado a Mose Mayor, un judío de Ocaña, mil arrobas de lana por un precio de 220000 maravedíes. El caso es que el genovés, que seguramente había dejado de pagar una parte de la compra, comprometida con el dinero que le harían llegar sus deudores, fue incapaz de pagar los 96960 maravedíes que de la parte de ganancias y reventa de la lana había de recibir sus socios, los hermanos Madrid. En buena lógica, el genovés para no hacer frente a sus pagos se había ausentado de la ciudad, pero en estos casos de formación de compañías societarias, cada integrante respondía en caso de deudas o quiebra personalmente y caso de no poder hacerlo con unos fiadores que respondían por él.

Los fiadores de Macalufo nos internan en los entresijos del negocio de la lana en la ciudad de Cuenca, como tales actuaron una serie de apellidos, algunos de ellos del mundo converso al igual que los hermanos Madrid: Francisco de Reillo, mercader, Juan de Cuenca, mesonero, Alonso de Sanrromán, tintorero, Fernando de Villarreal, mercader, Alonso de Molina, tintorero. El pleito se prolongaba allá por 1488.