Cuenca se desangra, cual enfermo somnoliento que expira en
su último aliento. Imágenes y más imágenes, coloridas o sepias, mostrando el rostro
feliz de una ciudad (y provincia) que trasnocha con sus encantos, pero ¡ay, cuando
llegan los comentarios! Sabios sénecas, quos ego virgilianos y,
por qué no, la simple mala baba del oportunista que no desperdicia ocasión.
Cuenca siempre ha sido una sociedad cerrada; ahora no, pues
está abierta al mundo. Su cerrazón actual es elitista. No es que antes no lo
fuera, pero antaño cuando se despreciaba a los pijos, y estos a los
pueblerinos recién llegados, se hacía desde la visión de los que veíamos el mundo
y la vida con la sencillez del campesino. Se envidiaba lo ajeno y se aprendía de
lo bueno, quizás desgraciadamente, pues esa ingenuidad de obviar lo malo, nos dejó
inermes ante un mundo más cicatero y cainita.
Hoy Cuenca ha cambiado. En apariencia es una sociedad más
abierta, más dinámica, más plural, pero es simple teatro de personajes sin
alma. Cada cual con su papel y la actuación ordenada; cada cual esperando
asumir el papel de primera estrella, y cada cual al servicio de los nuevos
linajes. Recuerdo antaño cómo nos revolvíamos cuando se nos preguntaba aquello
de “¿tú, a qué familia perteneces”, “… pues no, no he oído hablar de ella”.
Pero todos sabíamos que cada uno de nosotros teníamos una familia donde se
aprendían valores eternos (simple educación) que nos ha permitido mantener
nuestra idiosincrasia en la lejanía. Hoy, no. Hoy la pregunta es “¿de qué
partido eres?”. No hablo de cuando tomar partido era hasta “mancharse”, pues
ahora es sencillamente “untarse”. Los principios e ideas se adaptan a las
circunstancias y los hombres (y conquenses) son presos de esas circunstancias,
que no son sino eventualidades de insignificancia. Mientras, ni un proyecto común
ni un espacio donde aunar esfuerzos y concertar opiniones, ni una voluntad
desprendida ni una actitud que no sea la del recelo y, lo que es más
preocupante, la inexistencia de personalidades señeras más allá del partido,
tanto en Cuenca como llegadas de fuera.
No sé lo que me encontraré en Cuenca dentro de poco tiempo,
después de unos años ausente por necesidad: seguramente una ciudad ajena y
extraña.
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