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lunes, 26 de agosto de 2019

Vuestra merced recibirá el corazón y no el don

Francisco de Orozco,
I marqués de Mortara
Difícil sería soportar para unos aldeanos, que vivían de la labranza, cuando allá por el 15 de diciembre de 1653 Felipe IV tuviera la ocurrencia de dar en señorío al marqués de Mortara y Olías, que acababa de reducir la sedición de los catalanes a sangre y fuego,  las llamadas siete villas de Cuenca (Arrancacepas, Albalate de las Nogueras, Villaconejos del Trabaque, Villar de Domingo García, Bolliga, Castillo de Albaránez y Fuentesbuenas). Lo que era justo premio para la realeza, y suma de ducados para pagar sus deudas, se vio como oprobio por estas míseras poblaciones alcarreñas, obligadas a tributar a su nuevo señor y dar presentes a comienzos de año, cada vez que presentaban sus oficios concejiles para que decidiera según su voluntad el señor. El marqués de Mortara se dotó a mediados del siglo XVII de un gobernador para la administración de la siete villas que hacía las veces de confidente, en tanto que recogía las listas presentadas por los pueblos para gobernar sus ayuntamientos: las listas costaba poco elaborarlas, aunque ya desde 1660 ya avisaba el gobernador que desconfiara de estas listas presentadas por los de Arrancacepas, que desconfiara de los Abad o Estirado y pusiera otros más fiables de la familia Sevilla. Tampoco se ofrecía mucho para convencer al marqués, más allá de unas pocas pérdices o algunos pollos, y si era exigente el azafrán que costaba más darlo.

Eran tan buenos vasallos estos de Arrancacepas como socarrones: se desprendían en parabienes y buenas palabras, pero hacían honor a ese carácter huraño y orgulloso del alcarreño, que mal tolera que los demás metan sus narices en la pequeña hacienda propia, conseguida con tanto sudor. Ya se sabe del alcarreño, no se envidia lo ajeno, sencillamente se sobrevalora lo propio, en la seguridad de la certeza del viejo dicho castellano de que "naide es más que naide".

Aplicando estos principios en 1659, dieron cuenta en su respuesta al marqués del carácter alcarreño con una lapidaria frase:

Vuestra merced recibirá el corazón y no el don.

Holgariamonos infinito halle a vuestra excelencia con muy entera salud como los de este ayuntamiento, deseamos se la dé Dios a vuestra merced las elecciones de justicia para este años de 59, y con ellos una mísera que son cuatro pares de perdices y uno de capones, quisiéramos que fueran millar. En fin, recibirá vuestra merced el corazón y no el don, que la pobreza de la villa y falta de frutos nos hace ser cortos por las desgracias que le han sucedido (13 de enero de 1659)



ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. NOBLEZA. FERNÁN NÚÑEZ. Leg. 994-1, nº 309

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