La plaza de toros de Cuenca en el siglo XV, según los documentos de la época (1497)
Ignacio de la Rosa Ferrer: Historia de Arrancacepas
La plaza de toros de Cuenca en el siglo XV, según los documentos de la época (1497)
Pleito entre Jacobo Caser, genovés asentado en Cuenca, y el mercader Gonzalo de Córdoba, vecino de Alcalá de Henares, y Bernardino del Arco su fiador, vecino de Guadalajara.
Muestra de lo difícil que era hacer negocios en la Castilla
del siglo XVI es la complejidad que adquirió el pleito: Jacobo Caser acudió hasta
la justicia ordinaria de Guadalajara para recuperar su dinero; sus alcaldes
ordinarios ordenaron la ejecución de bienes de Gonzalo de Córdoba por impago,
pero este alegó que era vecino de Alcalá de Henares, que escapaba a la
jurisdicción ordinaria de los alcaldes de Guadalajara y que cualquier ejecución
que se hiciera sobre unas viñas que poseía en Guadalajara debía hacerse por la justicia
de Alcalá. Así el que debía responder era el fiador Bernardino del Arco, que, a
su vez, negándose a que se hiciera ejecución sobre unos paños, alegó que era
hidalgo y como tal no se podía hacer ejecución alguna sobre su persona, pues “era
hijodalgo de padre y abuelo y no podía ser preso”. Tal hidalguía de fuero de
Castilla no le impedía ejercer como mercader de paños, adaptándose a los nuevos
tiempos y deseos propios de enriquecimientos.
Mientras nuestro mercader Jacobo Caser, en sus idas y venidas
entre su residencia de Cuenca y búsqueda de justicia en Guadalajara enfurecía
ante el laberinto cretense de la justicia castellana. Sabiendo que el trato se
había formalizado en Medina del Campo y que los deudores eran vecinos al norte del
Tajo acudió a la Chancillería de Valladolid, por supuesto negando cualquier vecindad
en Cuenca, pues era simple estante a la sazón por motivos comerciales y
sabiendo que cualquier reconocimiento de vecindad en esta ciudad podía derivar
el asunto a la Chancillería de Granada. En estos tiempos, los asuntos al norte
del Tajo se entendían en Valladolid, al sur, en Granada.
Mientras nuestro genovés trataba de entender el galimatías
de la justicia castellana, los dos mercaderes castellanos andaban sueltos o, en
términos jurídicos, en rebeldía. Esta palabra se repite hasta la saciedad en
los pleitos, simple expresión para calificar a cualquier bribón que, conocedor
de las mismas, era capaz de escapar de la confusión de jurisdicciones
castellanas. Por supuesto, la Chancillería de Valladolid sentenció a favor del
genovés, pero, aunque el pleito no lo dice, la ejecución de bienes para el pago
de deudas correspondería de nuevo a las justicias locales.
Son muchos los testimonios de genoveses asentados en Cuenca
en el último cuarto del siglo XV y en el siglo XVI. Estas redes de compañías modernas
de mercaderes que tenían como centro de intercambios las ferias de Medina del
Campo se mantendrán, a pesar de todo, hasta el último cuarto del siglo XVI. Es
entonces, cuando la ciudad de Cuenca en un célebre
memorial de 1582 (al menos para mí) se queje:
“e que de las ferias de Vizenzon, e Leon de Françia e
Amberes solo cambien para las ferias de Medina del Campo, Villalón e Ruiseco e
no para Alcalá y Madrid”(1)
La denuncia tenía su sentido, pues Madrid y Alcalá serán
plazas donde asiduamente acudan los mercaderes conversos portugueses que
enlazan nuevas rutas con los Países Bajos, haciendo de Lisboa nuevo centro de
operaciones o de los puertos del Cantábrico, en especial, Bilbao, puerto de
descarga de mercancías extranjeras, ajeno a las viejas ferias vallisoletanas.
Y así, mientras aficionadamente intentó localizar algún
mercader genovés en la Mancha conquense, dejó al mundo académico que, con sus
estudios, intente dejar a la ciudad de Cuenca en la Historia económica de
España como se merece
(1)
AGS, CCA, DIV, 10, 69. Parecer de la ciudad de Cuenca
sobre las ferias de Medina del Campo. 1582
Los hermanos Juan y Luis Madrid eran tratantes de lana conquenses, tenían sociedad formada con un mercader genovés Antonio Macalufo, afincado en Cuenca. En 1474 habían formado compañía para la compra y exportación de lana a Italia, con aportaciones de capitales a partes iguales a la sociedad; las ganancias también irían a partes iguales.
Antonio Macalufo había comprado a Mose Mayor, un judío de Ocaña, mil arrobas de lana por un precio de 220000 maravedíes. El caso es que el genovés, que seguramente había dejado de pagar una parte de la compra, comprometida con el dinero que le harían llegar sus deudores, fue incapaz de pagar los 96960 maravedíes que de la parte de ganancias y reventa de la lana había de recibir sus socios, los hermanos Madrid. En buena lógica, el genovés para no hacer frente a sus pagos se había ausentado de la ciudad, pero en estos casos de formación de compañías societarias, cada integrante respondía en caso de deudas o quiebra personalmente y caso de no poder hacerlo con unos fiadores que respondían por él.
Los fiadores de Macalufo nos internan en los entresijos del negocio de la lana en la ciudad de Cuenca, como tales actuaron una serie de apellidos, algunos de ellos del mundo converso al igual que los hermanos Madrid: Francisco de Reillo, mercader, Juan de Cuenca, mesonero, Alonso de Sanrromán, tintorero, Fernando de Villarreal, mercader, Alonso de Molina, tintorero. El pleito se prolongaba allá por 1488.
Según el concejo de Huete, en 1572:
los hermanos Diego y Alonso del Castillo son pecheros, pues son hijos de Vasco del Castillo, que a su vez era hijo de Alonso del Castillo. Este Alonso era hermano legítimo de Diego y Hernando del Castillo, los cuales litigaron su hidalguía en Granada y la perdieron frente al concejo de Huete.
achgr. hidalguías. 504-580-8
El pleito de Gaspar y Alonso Salcedo con el concejo de Huete se remontaba a1534, pero la primera sentencia definitiva llegó el 26 de abril de 1540, declarando pecheros y negando la hidalguía a los dos hermanos. La sentencia sería confirmada el 28 de noviembre de 1542 y el 31 de julio de 1543
(ahchgr, hidalguías, 304-581-199)
Sus descendientes, Pedro y Diego de Salcedo, afincado en Cañaveruelas, aldea de la ciudad de Huete, conseguirían la hidalguía el 20 de febrero de 1581 y la ejecutoria cuatro años después, 4 de marzo de 1585.
(ACHGR. HIDALGUÍAS, 304, 71-7)
Pedro de Salcedo había sido regidor por los caballeros y escuderos de la ciudad de Huete y uno de sus veinte, había desempeñado el cargo de alcaide de la fortaleza, en nombre del guarda mayor de la ciudad, por don Diego de Mendoza. Conseguido el poder, buscó el reconocimiento social de sus convecinos con una carta de hidalguía. Hizo valer sus orígenes en el valle de Salcedo en las Montañas, en el lugar de Hondazarros . Hijo de Pedro de Salcedo y Catalina de Bolívar y nieto de Pedro Sánchez de Salcedo y Sancha de Arenaza.
La salida de Pedro Salcedo de Hondazarros se debió producir de muchacho, obligado por la temprana muerte de su padre. Tal vez, el hecho de que acudiera a Huete tenga que ver con la presencia en esta ciudad desde comienzos de siglo de sus familiares Gaspar y Alonso de Salcedo, que había luchado con el concejo de la ciudad por su hidalguía, sin conseguirla, aunque creemos que Pedro les antecedió en Huete. El acceso a los oficios del concejo, junto a los hidalgos, no era prohibitivo para cualquier advenedizo que tuviera el dinero para comprar armas y caballo e integrarse junto a los caballeros y escuderos de la villa. La expresión exterior de esta hidalguía era participar en los ayuntamientos cerrados de hidalgos para elegir bien alcalde de la hermandad por este estado o bien procurador. Pedro de Slacedo el viejo conseguiría ejecutoria de hidalguía el trece de octubre 1518 o al menos se conservaba tiempo después traslado expedido por el escribano de Huete Rodrigo del Castillo.
Sus nietos, Pedro y su hermano Diego hicieron valer la hidalguía ganada por su abuelo ante el concejo del lugar de Cañaveruelas un 23 de agosto de 1581. Era alcalde del dicho lugar Juan de Torronteras y regidores perpetuos Gabriel Martínez y Pedro Martínez, como jurado Pedro de Torronteras; el concejo de Cañaveruelas se negó a reconocer por ejecutoria lo que era un traslado de una carta del escribano de Huete, Rodrigo del Castillo.
En defensa de los Salcedo, acudieron hidalgos como Bernardino Méndez de Parada y Juan Sánchez de la Calzadilla, naturales e hidalgos de Huete. Poco recordaban de la genealogía de las Montañas y el lugar de Hondazarros. Parada conocía de niños a Pedro y a su hermano Diego, desde niños moradores en el lugar de Cañaveruelas, donde la familia. Diego y Pedro eran hijos de Diego de Salas y Salcedo y Catalina de la Torre. Diego de Salas era hijo de Pedro de Salcedo y María Manuel de Salas, el abuelo Pedro había sido alcaide de la ciudad de Huete. Un hermano de Diego de Salas, llamado Pedro, tenía fama de aventurero, pues había abandonado el hogar familiar para ir primero a Italia y luego afincarse en Francia.
La tercera generación, Pedro y Diego, afincados en sus casas y haciendas de Huete y su lugar de Cañaveruelas, casarían con dos hermanas, Ana y Maaría Blancos, respectivamente. Del primer matrimonio nacieron Pedro y Diego; del segundo, Francisco.
(ACHGR. HIDALGUÍAS, 304, 71-8 y 16)
Nuestra historia comienza con Juan de la Fuente, vecino de Canalejas, y tenido por hidalgo (un escudero al servicio de un caballero de Canalejas llamado Perafán), que habiendo puesto los ojos en una vecina de Olmedilla de Éliz, llamada Juana Hernández se la robo a su marido en él último cuarto del siglo XV. Es difícil saber lo que pasó, pues los testimonios que nos han quedado son favorables a Juan de la Fuente, pero este, tras hacer amistad con Juana, se debió llevar a la moza a Guadalajara, robándosela a su marido, procreando un hijo y consiguiendo casarse con ella tras anular en 1496 el matrimonio en Cuenca. Juan de la Fuente y Juana Hernández se instalarían en Canalejas con su hijo García de la Fuente.
Juana Hernández era hija de un vasco, establecido en Cañaveras y llamado Sancho Hernández Vizcaíno. Según su versión, había sido raptada por un vecino de Arrancacepas, llamado Pedro Martínez Torote, sacada de su casa en una acción violenta de Pedro y otros compinches armados y obligada a casarse con el susodicho Torote. Al menos esa era la versión que se dio de los hechos para anular el matrimonio.
Más allá de la anécdota, la historia nos deja ver una villa de Arrancacepas en plena expansión en la segunda mitad del siglo XV a costa de aldeas vecinas, despobladas desde comienzos de ese siglo. Quizás porque entonces estaba en la órbita de una villa señorial como Cañaveras y antes de defender a fines de siglo su condición de realengo, como parte integrante de la Tierra de Cuenca. Sabemos que una de las familias de Arrancacepas, los Moreno, que actuaban como procuradores del sexmo de Torralba, habían iniciado una colonización de las tierras de Castillo de Albaráñez en la década de 1490, que, seguramente, el establecimiento de vecinos de Arrancacepas en Olmedilla de Éliz tuvo lugar unas décadas antes, de los que el tal Torote fue uno más de esos vecinos limítrofes que acudieron en busca de tierra a repoblar la Olmedilla. Si es así, quizás hemos de pensar que las familias se formaban con la misma violencia que se roturaba la tierra y que el rapto de Juana por Torote no es una idea descabellada.
De la repoblación de Olmedilla de Éliz, despoblada a comienzos del siglo XV, tenemos constancia desde mediados de esa centuria. En 1454, un vecino principal de Huete, Hernán Carrillo, vende unos molinos llamados Nuevos en la ribera del Júcar, en la Mancha, para centrarse en la explotación de unas propiedades en Olmedilla de Éliz.
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Juan y García de la Fuente. Año 1502. Signatura antigua 302-255-2
Andrés de Ávila, en nonbre e como procurador de la comunidad
desa dicha cibdad nos fiso relación por su petición ecétera disiendo que a
pedimento de algunos regidores e personas partyculares desa dicha cibdad fue
ganada una nuestra carta e prouisión por la qual dis que mandamos que se
enpedrasen las calles desa dicha cibdad diciendo que hera lodosa e trabajosa de
andar en ynvierno a cabsa de lo qual dis que heran las casas muy húmidas e
dolientes e que la una parte de lo que costase a enpedrar se pagase de los
propios desa dicha cibdad e sy aquello no bastase se echase en sysa e las otras dos partes pagasen los dueños de
las casas donde se fisiese lo enpedrado e que el licenciado Aluaro de Porras nuestro
juez de rresydencia desa dicha cibdad antes que la dicha nuestra carta e
prouisión fuese ganada por los susodichos dis que mandó enpedrar cierta parte
de una calle que se llama la Pellijería e que como la nuestra carta e prouisión
fue presentada dis que mandó se empedrase a los vesinos de la dicha calle e que
por parte de la dicha comunidad fue suplicado de la dicha nuestra carta e
prouisión disyendo que no fue ganada con rrelación verdadera porque la petyción
dis que no se fiso de consentimiento de los vuestros estados antes dis que por
la dicha comunydad fue contradicho e que enbargante contradición dis que parte
de los dichos regidores con la justicia de la dicha cibdad ordenaron la dicha petyción e hisieron mensaje
para lo solicitar en nuestra corte por ende que se presentase e presentó ante nos
en grado a la dicha suplicación e dixo que la dicha carta que asy mandamos dar
para enpedrar esa dicha cibdad que la mandásemos rreuocar por muchas rrasones
porque esa dicha cibdad está en syerra e toda ella poblada en cuestas e sy se oviesen de enpedrar no podrían andar las
bestias por las calles ni les traherían mantenimientos segund es fragosa e puesta
e asentada sobre peña e que mandásemos cesar el dicho enpedrar pues que esa
dicha cibdad no tenía necesidad ni tanpoco tenía dispusición para averse de enpedrar
pues avía en ello tantos ynconvinientes e hera en perjuisio e agrauio desa
dicha cibdad e vesinos della.
Archivo General de
Simancas, RGS,LEG,149901,6