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lunes, 1 de noviembre de 2021

Auto de fe en Cuenca, año 1725



 Relación del Auto Particular de Fee que el Santo Oficio de la Inquisición de Cuenca celebró el 14 de Henero de 1725 en el convento de San Pablo, orden de los Predicadores de la dicha ciudad


Relajados en Estatua


Gaspar Pacheco, difunto, vezino y mercader que fue en dicha ciudad, salió al autto su estatua, leyósele su sentencia con méritos y fue relajado a la justicia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Leonor Fernández, difunta, muxer que fue del antecedente, vezina y mercadera en la dicha ciudad, se la leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Francisco Cassado, alias Cassadillo, vezino que fue desta dicha ciudad, de oficio zapatero y después mercader de merzería, se le leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Josefa Núñez, alias la hermosa Raquel, mujer que fue de Diego Fernández mayor, vezina y mercadera de Cuenca, se la leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Ysauel Díaz, vezina que fue de Cuenca, se la leyó su sentencia con méritos y fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante.

Clara Fernández, mujer de Diego Díaz, alias Tablillas, relajado, y ella fue relajada en autto de fee que celebró este tribunal el 22 de diziembre de 1720, murió estando cumpliendo su penitencia, se le leyó su sentencia con méritos, fue relajada su estatua a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por relapsa en delitos de judaysmo.


Relajados en persona


María López Laguna de hedad de 63 años, natural de Madrid, vezina que fue de Sigüenza, mujer de Francisco López el Gordo, relajado, fue relajada su persona, y en autto que celebró este tribunal en 22 de diziembre de 1720, fue relajada y estando cumpliendo su penitencia fue pressa, salió del autto con ynssignias de relajada, leyósela su sentenzia y fue entregada a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por culpas de judaysmo y relapssa en ellas.

María López Laguna menor, sobrina de la antezedente, de edad de 29 años, natural de Yunquera, arzobispado de Toledo, vezina de Sigüenza, soltera fue relajada en dicho autto de 22 de diziembre de 1720 y estando cumpliendo su penitencia fue pressa, salió del autto con ynssignias de relajada, leyósela su sentencia con méritos, fue relajada a la justizia y brazo seglar con confiscazión de vienes por hereje judayzante relapssa. 

Diego Matheo López Zapata, natural de Murzia, vezino de Madrid de professión médico, de 50 años de edad, salió al autto en forma de penitente por culpas de judaysmo con san benito de una aspa y una vela amarilla en las manos, leyósele su sentencia con méritos, fue reprehendido, aduertido y comminado, absuelto ad cautelam, abjuro de vehementi y condenado a un año de cárcel sin sanbenito en la de penitencia desta ciudad y que sea instituydo por persona docta y religiosa en los misterios de nuesta santa Fee, que confiesse y comulgue en las tres Pasquas del año y perdimiento de la metad de sus vienes, desterrado de esta ciudad de Cuenca, Madrid y Murzia por el tiempo de diez años, veintte leguas en contorno.

BNE, Mss. 13440, Papeles curiosos, Auto de fe celebrado en Cuenca, el 14 ene. 1725 (h.288-289)


viernes, 20 de agosto de 2021

Juan de Martín Triguero, vecino de Arrancacepas en 1552.

 Juan de Martín Triguero era morador de Arrancacepas en 1552. Las deudas o la necesidad de ampliar su hacienda le llevó a pedir prestado 1200 maravedíes de un vecino de Cuenca, llamado Alonso de Jerica.  Como fiador le cubría Bartolomé de Escamilla, un vecino del lugar de Bólliga. Juan de Martín Triguero se comprometía a pagar 850 mrs. (14 al millar)

Juan de Martín Triguero hipotecó sus bienes, gracias a lo cual conocemos su hacienda:

  • Unas casas de morada con un corral aledaño cercado, tenían por linderos casas de Miguel Triguero el mozo y casas de Juan Tello, vecino de Cuenca. Las casas daban por delante a las calles del Rey y en la posterior a casas de Juan Herrán Saez. 
  • Un majuelo en los Cabezuelos, de 35 peonadas y tiene por linderos con viñas de Miguel Triguero el mozo, Alonso Tello, vecino de Cuenca, y Juan Vindel.
  • Otro majuelo en los Barrancos de 25 peonadas Tiene por linderos viñas de Hernando de Arenas, Miguel Ropero y Pedro Sevilla. 
  • Una yunta de heredad en los montes y vega del término de Arrancacepas. No concreta los diversos campos
AHPCU, 6 de diciembre de 1552





El hambre de tierras en Buenache de la Sierra a comienzos del siglo XVI

 El conflicto del concejo de la ciudad de Cuenca con su lugar de Buenache de la Sierra era común a ambos: la necesidad de poner en cultivo nuevas tierras para alimentar la población, amén de intereses ganaderos en la zona de regidores como Pedro de Alcalá. Los de Buenache se habían lanzado a labrar los llecos de la tierra de Cuenca sin licencia de la ciudad y convertido en práctica habitual la siembra anual de cereal, a pesar de las sentencias de anteriores jueces de términos para limitar la roturación de tierras. Era la ciudad de Cuenca la que se quejaba que los bonacheros habían cultivado en beneficio propio, y detrimento de la ciudad, más de cinco mil fanegas de trigo. Era una muestra más que el pretendido problema de usurpaciones de tierras por los vasallos de señorío, ya de los Hurtado de Mendoza ya de los Carrillo, escondía un problema más profundo y que no era otro que el rápido crecimiento demográfico de inicios de siglo y la necesidad de explotar nuevas tierras. 

Que el Consejo Real mandara en 1501 a un juez de términos, el licenciado Aguayo, para limitar estas roturaciones no era nuevo. Al fin y al cabo, los jueces iban y venían con comisiones cortas en el tiempo y los pueblos volvían a levantar una y otra vez las casas de campo y pajares quemados.

Desde luego, no era lo mismo estar en pueblos de señorío que de realengo. A diferencia de las zonas de la Mancha conquense que conocemos, aquellos vasallos de señores que apostaban por las labranzas parecían más favorecidos por la protección que podían recibir de familias como los Hurtado de Mendoza. Lugares de realengo como Buenache de la Sierra apostaban por atajar las decisiones desfavorables de los jueces de términos acudiendo a la Chancillería de Ciudad Real, tal como hicieron contra las sentencias contrarias del licenciado Aguayo, en la esperanza que los contenciosos interminables. Esta vez su esperanza devino en frustración, pues la Reina Isabel advocó para el supremo Consejo Real el pleito por ocupación de términos con la decisión de acabar con las labranzas de los bonacheros. Es en esta época, cuando se oyen las primeras quejas de que los pueblos de realengo se despueblan y los de señorío crecen. Y es que hasta setenta vecinos de pueblos del señorío de los Hurtado de Mendoza labraban tierras en parajes como los Masegosos, derivando los conflictos hacia el Concejo de la Mesta, donde la nobleza regional esperaba soluciones de compromiso.

Las quejas de Buenache de la Sierra eran desesperadas, pues hablaban de la ruina del pueblo tanto de sus pequeños ganaderos como labradores: sus cabezas de ganado se habían reducido a la cuarta parte y sus vecinos huían a vivir a otras partes. Un discurso exagerado pero no irreal. Quizás más irreal era el discursos de complementariedad entre las labranzas y el pasto, que escondía el ardid del labrador que limpiando la maleza y abriendo nuevos calveros en el monte se limpiaba de alimañas y se permitía el pasto de ganado. 

Sin embargo, los viejos conflictos adquirían ahora en la primera década de siglo XVI un nuevo cariz. El quinquenio negro de 1504 a 1508, lo cambio todo: ruina de todos, labradores y ganaderos, en un contexto de malas cosechas y angostura de los pastos por un clima adverso. La reacción primera fue de los ganaderos, reunidos en 1507 en Esparragosa de los Lares, recordando viejos privilegios y ejecutándolos por juez ejntregador en tierras de Cuenca dos años después. Hubo interrupción de labranzas, reconocidas en tierras de señorío y realengo. Era el peor de los momentos, pues la recuperación demográfica posterior a la crisis necesitaba nuevas tierras, y allí donde los vecinos pudieron, marcharon a repoblar otras tierras. Los hombres encontraron en la Mancha conquense los recursos y tierras que faltaban en la Sierra.




Archivo General de Simancas, RGS,LEG,150112,89

Archivo General de Simancas, CCA,CED,8,66,2

martes, 27 de julio de 2021

Venta de tierras en Olmedilla de Eliz en 1577

 









Venta de tierras en Olmedilla de Eliz, 1577

Francisco de Antolinos, morador de Olmedilla de Eliz, vende a su hermano Antonio de Antolinos, morador del mismo lugar, las siguientes propiedades:

  • Unas casas de morada con un trascorral a las espaldas y un cebadal en la antepuerta. Linda por la parte de arriba con tierras de Pedro de Antolinos y por la parte de hacia el lugar por el camino de viene de Olmedilla a Cuenca, el resto con calle pública.
  • Un olivar en el término del dicho lugar, donde dicen el Ciervo el Oliva, que tiene ochenta pies de olivas, linda parte de arriba con tierras de Bartolomé García, morador en el lugar de la Melgosa, y por la parte de abajo tierras de Pedro Checa, morador en Olmedilla.
  • Un haza de pan llevar en el término del dicho lugar, donde dicen el Prado de Pascual, linda con tierras de Antonio de Antolinos (o Antolinez) y con tierras de los herederos de Pedro Checa y descabeza en el camino que viene de Olmeda hacia la ciudad de Cuenca. Tres almudes de trigo de sembradura.
Otorgada en Cuenca, a siete de enero de 1577

AHPCU, PROTOCOLOS, Bartolomé Jiménez, pp. 348-350







sábado, 24 de julio de 2021

CUENCA SE DESANGRA

 

Cuenca se desangra, cual enfermo somnoliento que expira en su último aliento. Imágenes y más imágenes, coloridas o sepias, mostrando el rostro feliz de una ciudad (y provincia) que trasnocha con sus encantos, pero ¡ay, cuando llegan los comentarios! Sabios sénecas, quos ego virgilianos y, por qué no, la simple mala baba del oportunista que no desperdicia ocasión.

Cuenca siempre ha sido una sociedad cerrada; ahora no, pues está abierta al mundo. Su cerrazón actual es elitista. No es que antes no lo fuera, pero antaño cuando se despreciaba a los pijos, y estos a los pueblerinos recién llegados, se hacía desde la visión de los que veíamos el mundo y la vida con la sencillez del campesino. Se envidiaba lo ajeno y se aprendía de lo bueno, quizás desgraciadamente, pues esa ingenuidad de obviar lo malo, nos dejó inermes ante un mundo más cicatero y cainita.

Hoy Cuenca ha cambiado. En apariencia es una sociedad más abierta, más dinámica, más plural, pero es simple teatro de personajes sin alma. Cada cual con su papel y la actuación ordenada; cada cual esperando asumir el papel de primera estrella, y cada cual al servicio de los nuevos linajes. Recuerdo antaño cómo nos revolvíamos cuando se nos preguntaba aquello de “¿tú, a qué familia perteneces”, “… pues no, no he oído hablar de ella”. Pero todos sabíamos que cada uno de nosotros teníamos una familia donde se aprendían valores eternos (simple educación) que nos ha permitido mantener nuestra idiosincrasia en la lejanía. Hoy, no. Hoy la pregunta es “¿de qué partido eres?”. No hablo de cuando tomar partido era hasta “mancharse”, pues ahora es sencillamente “untarse”. Los principios e ideas se adaptan a las circunstancias y los hombres (y conquenses) son presos de esas circunstancias, que no son sino eventualidades de insignificancia. Mientras, ni un proyecto común ni un espacio donde aunar esfuerzos y concertar opiniones, ni una voluntad desprendida ni una actitud que no sea la del recelo y, lo que es más preocupante, la inexistencia de personalidades señeras más allá del partido, tanto en Cuenca como llegadas de fuera.

No sé lo que me encontraré en Cuenca dentro de poco tiempo, después de unos años ausente por necesidad: seguramente una ciudad ajena y extraña.

domingo, 4 de julio de 2021

EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS DE LA CIUDAD DE HUETE

 "Sepades que nos es fecha rrelasçión que podrá aver dies días poco más o menos que dis que una heran dos oras de la noche los judíos de la çibdad de Huepte que estava enemiga e atrevimiento pospuesto el thenor de nuestra justiçia de forma que se pudiera escandalisar la dicha çibdad, dis que alçaron un pediçello e començaron a dar gritos disyendo que tenían quatro días de término para sallir de nuestros rreynos aunque pasasen a los erejes de los confesos e porque los susodichos asiendo mal exenplo e cosa para poner escándadalo en la dicha çibdad..." ( 12 de mayo de 1492)


Archivo General de Simancas, RGS,LEG,149205,345

domingo, 6 de junio de 2021

LOS HURTADO DE MENDOZA: MALHECHORES FEUDALES EN EL PRIMER CUARTO DEL SIGLO XVI EN CUENCA

 

Diego Hurtado de Mendoza había construido en Cuenca junto a sus casas viejas otras nuevas, unidas por un pontido o paso elevado. La construcción fue denunciada por algunos regidores, aunque no parece que don Diego hiciera mucho caso. Los requerimientos del Consejo Real fueron más allá, solicitando el derribo de las nuevas casas, a entender de muchos conquenses, casa fuerte donde se escondían malhechores, autores de crímenes al servicio de don Diego Hurtado de Mendoza. No faltaban motivos. Apenas muerto el rey Felipe el Hermoso, don Diego Hurtado mandó a sus sicarios para asesinar al alguacil mayor del corregidor de Cuenca Martín Vázquez de Acuña, al que arrebató la vara de justicia. Los asesinos se refugiaron en la casa de Diego Hurtado, donde libres y sin cargos seguían una década de años después, comiendo de su mesa. Era tal el poder de Diego Hurtado, que un pesquisidor, llamado licenciado Salcedo, enviado contra él, tuvo que huir de Cuenca, dirección Huete, de donde escapó de nuevo ante las amenazas.

No mejor suerte debió correr el pesquisidor Quirós, enviado por el Consejo Real para derribar la casa fuerte de Diego, tenida por los conquenses como un nido de malhechores. Aunque el odio contra los Hurtado Mendoza venía por la acusación de apropiarse de los bienes comunales de la ciudad, en concreto, de los pastos de la sierra. Las acusaciones iban dirigidas contra Diego Hurtado, pero también contra su consuegro Luis Carrillo. Las violencias nobiliarias, incluida la muerte de un pastor, expulsaban de la sierra a sus habitantes. “La tierra de Cuenca se despuebla e se despueblan los señoríos”, se decía por unos moradores que habían gastado dos mil ducados en sus pleitos.

El poder de Diego Hurtado de Mendoza en la ciudad de Cuenca era abrumador. Sus excesos y violencias, cometidas junto a su hermano Rodrigo Manrique y su primo Diego Manrique, eran innumerables: un criado de Diego Hurtado había dado una cuchillada al regidor Juan Álvarez de Alcalá, ante la presencia de Rodrigo Manrique que ayudó en la fuga al agresor; el canónigo Diego Manrique había formado liga de malhechores a sueldo para imponer el terror en Cuenca, entre sus acciones, el acuchillamiento de dos alguaciles al servicio del corregidor Fernando Rebolledo o de otro llamado Nieto, el asesinato de un criado de don Alonso Pacheco, la muerte del licenciado Adulza, teniente por el corregidor marqués de Falces. Aunque esta vez, el juez pesquisidor, licenciado Rivadeneira, no se dejó amedrentar, no hubo quien fuera capaz de imponer unas sentencias a los huidos en Cañete. El desobedecimiento de la justicia real era la norma a la hora de cumplir la condena contra un criado de Diego Manrique, asesino de un tal Ayllón. Aunque la lista de los agraviados era interminable: un sillero fue molido a palos por no adobar bien una silla, cuchilladas contra un maestrejaque, Gonzalo de Castro, mayordomo de la ciudad, acuchillado por don Hurtada, hijo del guardamayor Diego. Diego Hurtado aprovechaba su oficio de tesorero de la casa de la moneda de la ciudad para colocar en sus oficios a sus fieles; monederos falsos que conseguían ser francos o exentos de impuestos en los nuevos cargos. Los Hurtado de Mendoza ejercían contra sus enemigos la guerra de propaganda. No nos ha llegado, pero en Cuenca, por obra del canónigo Diego Manrique, se propagó cierto libelo que injuriaba a los principales linajes de la ciudad. Sin duda, las acusaciones del libelo irían contra las familias conversas de la ciudad.

El alcalde Cervantes había hecho frente a la familia, pero su juicio de residencia lo llevaba desde Burgos, adonde llegaban las amenazas de la familia Hurtado, que habían prometido cortarle la cabeza. Las amenazas no eran vanas; la ciudad había proporcionado unos alabarderos para su custodia y protección personal. La familia Hurtado tenía por especial enemigo al licenciado Cervantes, que se había encontrado como aliados inesperados a Alonso Pacheco y Luis Carrillo de Albornoz. Aparte de las repetidas cuchilladas que habían recibido también algunos de sus criados, la causa de los odios venía por la ocupación de los pastos comunes de la sierra de Cuenca. De allí habían sido expulsados los hombres de Luis Carrillo de Albornoz, y otros vecinos procedentes de realengo. El motivo no eran solo los pastos, sino la necesidad de tierras de labranza para una población en aumento. Los actos judiciales del alcalde Cervantes fueron respondidos por la familia Hurtado de Mendoza con la formación de un ejército familiar propio, artillería incluida, que imponía su ley en la ciudad. Los intentos de Cervantes de llevar los excesos caían en saco roto: el pesquisidor Ronquillo no se atrevió a entrar en la ciudad, el licenciado Quirós lo hizo, pero sus autos fueron derivados a la Chancillería de Granada, donde estaban condenados a dormir en el tiempo. Estos monederos falsos eran personas ricas, con haciendas de dos cuentos de maravedíes, que, libres de pechos, buscaban una vía de ennoblecimiento.

La imagen de Cuenca en aquellas dos primeras décadas de siglo XVI era la de una ciudad encastillada, con una torre y una iglesia mayor convertidas en fortalezas en manos de los Hurtado de Mendoza y de sus hombres. Sus opositores pedían en vano al consejo real que se mandara un alcaide, tal como en Segovia y su Alcázar, para imponer el orden. Sin embargo, el problema era social y su raíz estaba en la Tierra de Cuenca más que en la ciudad: se pedía a la vuelta a la Corona real y a la jurisdicción de la ciudad de los mil quinientos vasallos del sexmo de Altarejos y tierras anejas, en manos de criados de los Pacheco belmonteños, la expulsión de los ganados de las tierras ocupadas, que impedían la labranza para alimentar una población en aumento, pero las acusaciones iban dirigidas contra la nobleza, vistos como malhechores feudales: el marqués de Moya había ocupado una parte de los términos de la tierra de la ciudad; Luis Carrillo, Valdecabras; el señor de Piqueras, Chumillas; el regidor Juan de Alcalá, la dehesa de Nogerón en Valera de Suso y tierras en el lugar de Solera; Diego Hurtado de Mendoza, el lugar de Uña, Cañada y la dehesa del Hoyo; la orden de Santiago, además de Valtablado tenía ocupado el término de Armiñones y Mezquitas. La lista de heredamientos enajenados en manos de otros regidores era interminable y las acusaciones se extendía a los canónigos de la catedral, en una sede episcopal con obispo extranjero y no residente en la ciudad.

Las miras estaban puestas en el canónigo Diego Manrique, azote de los caballeros y principales de la ciudad de Cuenca. Acusado por sus enemigos de difundir un libelo contra los caballeros conquenses en una pantomima de ceremonia: reunidas doscientas personas se leyó un libelo difamatorio, ante escribano, para “guardar secreto” de lo allí leído. Entretanto, los fieles de los Hurtado Mendoza, los licenciados Cuéllar, Titos y Orellana, se encargaron de divulgar el libelo casa por casa. El escrito había sido redactado por Martín el de la Lechera, y parece ser una respuesta a un escrito anterior contra las grandes familias de la nobleza, de cuya autoría se acusaba al licenciado Cervantes.

Las acusaciones contra los Hurtado de Mendoza venían de los regidores García Hernández de Alcalá y Hernando Valdés. Eran interesadas, pero ciertas. Si el canónigo Diego Manrique culpó a sus criados, Diego Hurtado de Mendoza alegó razones políticas para justificar las violencias, los problemas con el corregidor Martín de Acuña se hizo en virtud de cartas secretas del rey Fernando, por entonces en Nápoles, y traídas por Micer Andrea. Si bien de su declaración se dejaba traslucir la enemistad manifiesta contra el licenciado Cervantes, que había cortado las manos a dos de sus criados. En la época de las Comunidades, aunque él estaba ausente, acompañando al Emperador en Flandes, los desmanes de su hermano Rodrigo Manrique, con muerte en el campo de San Francisco e intento de asalto a la ciudad el 18 de octubre con setecientos hombres, eran simple respuesta a los desmanes de los comuneros. Si bien Rodrigo y Diego Manrique intentaron sosegar en un primer momento a la Comunidad que se juró en la iglesia de Santo Domingo, los hechos se precipitaron cuando, en agosto de 1520, ambos fueron expulsados de la ciudad junto a la madre de Diego Hurtado, Francisca de Silva. La casa familiar fue asaltada y saqueada.

Nos es especialmente importante buscar las razones por las que la rebelión de las Comunidad fracasó en Cuenca. Hemos aportado varias causas, de ellas, la primera un reparto de tierras decidida por el concejo de Cuenca. Hecho en el que se escudó el propio Diego Hurtado de Mendoza para justificar sus ocupaciones legales y un hecho al que se intentó dotar de cierta legalidad con la aprobación por el Consejo Real. Así nos lo narraba Diego Hurtado:

Que en lo que dizen que se labre la syerra contra el thenor  de çiertas sentençias por los vasallos del dicho Diego Hurtado dize que de su consentimiento y voluntad no se prouará con verdad averse echo antes después que se dieron las sentençias e carta executoria él les habe dado e lo vedo hasta el tienpo que estubo rrebuelta la dicha çibdad que se pregonó que labrasen en la dicha sierra los que quisiesen pagándole cierto tributo a la çibdad porque paresçió ser cossa muy hútil e provechosa a ella ansy a esta causa Hernando de Valdés uno de los rregidores que aquí están e an dado los dichos capítulos fue a Palençia a pedir en nonbre de la dicha çibdad que se labrase la syerra e v. mt. mandó proveer de una provisión para la justiçia que hoviese ynformaçión de la hutilidad e prouecho dello e se truxiese al Consejo lo qual se truxo e hasta agora no se ha visto.

 

Los pueblos de la sierra continuaban en 1524 intentando legalizar ese repartimiento de tierras, quizás generalizado en todos los sexmos, pues tenemos noticias de las peticiones de los sexmeros; lo que muestra que había una ocupación de hecho de las tierras tomadas en el verano de 1520. Otras medidas, ya al final del otoño, como la presencia de los comuneros de las diversas collaciones de la ciudad en los ayuntamientos o la celebración del mercado franco de los jueves ayudarían a explicar por qué las Comunidades en Cuenca se apagaron. Y es que el triunfo de los labradores pobres fue total en un primer momento frente a la nobleza: acceso a la propiedad de la tierra y defensa de la ciudad a los sublevados en las tierras del sur para volver a la jurisdicción real en oposición a los criados de los Pacheco y sus jurisdicciones usurpadas.

En cualquier caso, la vuelta de los Hurtado de Mendoza tras las Comunidades no fue una vuelta a la situación anterior. Si Luis Carrillo de Albornoz emprendía el camino de la guerra de Navarra para esconder viejos compromisos comuneros. Los Hurtado de Mendoza toparían con el licenciado Cervantes, dispuesto a juzgar las tropelías de la familia. Es hecho cierto que los Hurtado de Mendoza intentaron linchar al licenciado Cervantes, juntando gente armada con picas en su casa a cargo del comendador Rodrigo Manrique, mientras el canónigo Diego y el racionero de la catedral Requena espiaban una noche cerrada los movimientos del licenciado para preparar el asesinato. Los hombres de Rodrigo Manrique intentaron dar el golpe final, pero no contaron con la defensa de los alguaciles del licenciado Cervantes, que como ya hemos mencionado cortaron la mano de dos criados de los Hurtado de Mendoza y le abrieron la cabeza a otro. Rodrigo Manrique escaparía por una puerta falsa de la casa familiar, al ser buscado por la justicia, haciendo caso omiso del Consejo Real y sus emplazamientos para presentarse, mientras su primo el canónigo Diego Manrique se mostraba sumiso a la justicia para responder, aunque alargando su presencia en la Corte, donde se le habían dado quince días para presentarse por cédula de 30 de junio de 1524. Para septiembre el pleito seguía inconcluso y sin visos que los Hurtado de Mendoza Y Manrique respondieran ante el Consejo Real. Por cierto, hemos de alegrarnos que Rodrigo Manrique no matará al licenciado Cervantes, pues estamos ante el abuelo del autor de El Quijote… quizás la historia de la literatura española hubiera cambiado.


AGS, CRC, 73